No es fácil determinar si el ego de los futbolistas es algo que siempre estuvo allí, latente, acompañándonos desde antes de jugar profesionalmente, o si tiende a crecer con el tiempo por la atención y los aplausos del público, como una enredadera a la cual no debemos olvidar podar de vez en cuando para que no se convierta en un gigante fuera de control que nos encierra y esclaviza.
Lo cierto es que el fútbol, tan popular y mediatizado, expone de la misma forma el talento de los futbolistas y las fantásticas opiniones que solemos tener sobre nosotros mismos. También es verdad que ese ego sobrealimentado muchas veces queda en pie, enorme y anacrónico, cuando, más temprano que tarde, el fútbol y la atención se terminan de repente y solo quedan los fósiles del futbolista que fuimos en la edición refrita de algún canal de deportes.
Por suerte, al tratarse de un juego, las anécdotas de exfutbolistas otorgándonos trofeos y colgándonos medallas, reales o imaginarias, causan más risas que enojos. Muy divertido es seguir la eterna carrera entre el ego de Pelé y el de Maradona por dirimir quién de los dos fue el mejor de la historia. Hay que reconocer que, mas allá de eliminar otra competencia y no mencionar nunca a Di Stéfano, Cruyff, Platini o Puskas, al menos se dan entidad entre ellos, aunque solo sea para atacarse.
El mes pasado, Pelé, para explicarnos a todos una vez más cómo es el lugar que ocupa en el trono del Olimpo del futbol, debió recurrir a genios de otras disciplinas y otras épocas. “Yo nací para el fútbol como Beethoven para la música y Miguel Ángel para la pintura”. Sin importarle por qué Pelé no tiene en alta estima a Miguel Ángel como escultor, Maradona, conocedor de que esta es una batalla que se dirime en el terreno popular, no quiso entrar en disquisiciones pictóricas y alejó el debate del Renacimiento. Lúcido, distanció también la discusión musical de lo académico y, además, en un golpe maestro, multiplicó el número de comparaciones: “Si Pelé es Beethoven, yo soy Ron Wood, Keith Richards y Bono”. De no haber sido tremendamente espontánea, la respuesta de Diego habría pasado por una estrategia meditada: si Pelé es compositor, yo también, pero además soy bajista, guitarrista y vocalista. Si Pelé se representa en lo clásico y lo antiguo, yo seré lo popular y lo moderno.
Pelé tiene también una manera especial de reconocer el talento ajeno: lo compara todo consigo mismo. Hace poco demoró el debate acerca de Messi y sus posibilidades de convertirse en el mejor jugador de la historia “hasta que gane tres Mundiales y marque 1.283 goles” como él. Esto me recuerda el día que Ronaldo, uno de esos enormes futbolistas con un ego, felizmente, no más grande que su talento, se divertía en el vestuario después de ganar el Trofeo Pichichi con las curiosas felicitaciones de Hugo Sánchez: “Enhorabuena, ojalá que puedas ganar cinco Pichichis seguidos igual que yo”.
Menos divertido es cuando ese ego no encuentra el alimento que espera obtener en todas partes y tiende a justificarlo proyectando sentimientos. Cuando Cristiano Ronaldo analizo la antipatía que despierta en algunos campos de España y la adjudicó a la envidia, no exageró, quizá, en el diagnóstico que hizo sobre sí mismo: “Rico, guapo y un gran jugador”. Pero con su declaración cayó en el sitio exacto que puede generar esa antipatía: una excesiva consciencia y necesidad de comunicar los propios atributos.
José Sanfilippo (1935), quinto máximo goleador histórico del futbol argentino, suele utilizar la estadística hacia donde le conviene para recordarnos los muchos goles que marco en los años sesenta y que nunca vimos. “Sijugás mil partidos, podés hacer 700 goles”, dijo, poniendo el énfasis no en la cantidad, sino en el promedio de goles, cuando se sintió amenazado porque Martín Palermo se acercaba a sus 227 goles, que finalmente igualó.
No es fácil eso de podar el ego y mantenerlo a raya. Yo mismo me pregunto, a veces, si no escribo estas líneas una vez por semana como un modo de mitigar la otra pérdida, lo cual me lleva a recordar, a la manera de Sanfilippo, que, con dos goles marcados en los únicos dos tiros libres que me dejaron patear en cinco años mis talentosos compañeros, soy el futbolista del Madrid con mejor porcentaje de efectividad en ese rubro en la historia del club: 100%. Di Stéfano, Zidane, Figo, Beckham, Roberto Carlos y Cristiano Ronaldo, por favor, abstenerse de discutir conmigo: están eliminados.
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