lunes, 23 de septiembre de 2013

La primer gran hazaña del Dinamo de Kiev

¿Mito, realidad?.... Ambos. Durante la ocupación de la Alemania Nazi en el territorio de Ucrania, por aquel entonces anexada a la URSS, se dio un partido, o mejor dicho una serie de partidos que quedaron en la historia: El partido de la muerte
La Operación Barbarroja fue uno de los proyectos bélicos más grandilocuentes y enfermizos que la mente humana haya sido capaz de imaginar jamás. Poco después de arrasar el frente occidental durante 1941 y de perder la Batalla de Inglaterra, Hitler se puso manos a la obra para ejecutar un plan albergado años atrás: la invasión de Rusia, o más concretamente en aquellos años, de la Unión Soviética. Los soldados alemanes se batieron con las tropas del Ejército Rojo desde entonces hasta 1945, y entre tanto algunas ciudades estuvieron asediadas y ocupadas durante años. Es el caso de Kiev, donde la vida continuó, mal que bien, su curso, y donde se produjo uno de los capítulos de la historia del fútbol más controvertidos y legendarios del siglo XX: el partido de la muerte.
En 1941 Kiev había caído. Rápidamente, los alemanes comenzaron a represaliar a la población y, más tarde, a iniciar el tránsito de presos y judíos a los campos de concentración. La vida de la ciudad había quedado quebrada, y con ella los espectáculos deportivos. El club más popular de la ciudad, el Dinamo, se había disgregado tras la ocupación. Algunos de sus jugadores del equipo de fútbol marcharon al frente. Otros mendigaron por las calles de la ciudad a su regreso. En verano de 1942, varios meses después de la ocupación, un panadero, Iosif Kordik, encontró al portero de su idolatrado equipo, Mykola Trusevych, y le ofreció trabajo en su tienda. Kordik contaba con cierta capacidad de maniobra gracias a sus orígenes germanos y tras contar con Trusevych decidió reconstruir el Dinamo de Kiev.
La historia es bien conocida: Trusevych buscó a sus antiguos compañeros, reunió a unos cuantos y formó el FC Start para competir en la nueva liga local que un colaboracionista ucraniano había creado bajo el amparo de los nazis. El FC Star se enfrentó sucesivamente a las milicias húngaras y rumanas, que colaboraban con laWehrmacht, y a otros equipos que participaban en la competición. Venció todos sus partidos sobradamente, y ejerció una tiranía idéntica cuando goleó al Flakelf, el equipo de la aviación alemana. Heridos en su, por aquel entonces, enorme orgullo nacional, los jugadores del Flakelf solicitaron una revancha al FC Start. El partido tendría lugar el 9 de agosto, tres días después, y el árbitro sería un inefable miembro de las SS, las tropas paralimitares del III Reich.
A partir de aquí, fútbol, política y emociones colectivas se cruzan para siempre, en otro gran ejemplo de por qué el fenómeno deportivo es tan fascinante. Obviamente los nazis no estaban dispuestos a perder el envite. La raza eslava, había escrito Hitler en el Mein Kampf y había pregonado siempre el viejo anhelo prusiano del Drang Nach Osten, era inferior a la germana. No podían ser superiores. Era imposible. Aquellos jugadores ucranianos pagarían con la muerte su victoria. Enfrentados a la derrota o a una muerte segura, los futbolistas del FC Start optaron por convertirse en unos héroes de la Gran Guerra Patriótica y de la propaganda soviética. Vencieron 5-3 a las tropas alemanas tras innumerables tropelías sobre el terreno de juego y más tarde, muchos de ellos, fueron fusilados y murieron en campos de concentración.
¿Cuánto de cierto y cuánto de falso hay en esta increíble historia? Los ingredientes para un relato mítico y heroico de los futbolistas estaban ahí: el odio atávico de la ideología nazi hacia el eslavo; la resistencia en inferioridad de condiciones de los ucranianos; la represión terrorífica de las SS. Durante años se ha mantenido el discurso: los nazis amenazaron a los jugadores ucranianos; los nazis practicaron malas artes sobre el terreno de juego. La Unión Soviética se valió del relato. Posteriormente, un monumento conmemoraría la hazaña del FC Start. Pero, como en la mayor parte de las historias míticas que surgen de una guerra de tintes tan marcadamente ideológicos y nacionalistas, la realidad es ligeramente menos sencilla.
Según un reciente testimonio de un hijo de uno de los jugadores del FC Start, los motivos de la represión posterior de algunos jugadores del FC Start no obedecieron tanto al partido y a la humillación del Flakelf como a su pertenencia a los servicios del Partido Comunista. El Dinamo de Kiev, cabe recordar, al igual que otros equipos rusos, era el equipo del NKVD, la policía secreta soviética, y algunos de sus jugadores suponían un foco de inestabilidad y de peligro para la ocupación nazi. Es el caso de tres de los jugadores del FC Start, entre ellos el mítico Trusevych. Después del partido los nazis descubrieron su militancia: los arrestaron y los represaliaron por su condición de comunistas y resistentes.
El resto de los jugadores del club y del FC Start se marcharon a un campo de concentración porque los nazis no pudieron comprobar su pertenencia al Partido Comunista. Muchos de ellos morirían allí, en las inhumanas condiciones que impusieron las SS en la retaguardia del Frente Oriental. Otros sobrevivieron. Es el caso deMijail Putistin, padre de Vladlen Putistin, cuyo testimonio ha matizado la leyenda del partido de la muerte. Putisin llegó a argumentar como prueba una fotografía en la que futbolistas alemanes y ucranianos posan amistosamente tras el encuentro, lo que, desde luego, restaría magnificencia al partido de la muerte.

1 comentario:

  1. muy buena historia, no la sabia. para mi igual sigue siendo una haza~a, mas que nada porque fuera del campo de juego formaban parte de la resistencia, y despues por la tragedia de haber tener que ido a los campos de concentracion. obvio que no es tan impactante como la propaganda diciendo que los fusilaron al instante, pero bue, la politica no es ajena a hiperboles...

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